jueves, 5 de febrero de 2009

Admirando la Historia

El domingo recién pasado permitió a los amantes del deporte presenciar dos de los eventos más importantes del año. A primera hora de la mañana (5.30 aprox.) Rafa Nadal continuó acrecentando la paternidad deportiva que tiene sobre Roger Federer, derrotándolo en cinco sets de gran calidad tenística- con excepción del último-. Finalizando la tarde, llegó el turno del Super Bowl XLIII (43, por si acaso), el que terminó siendo uno de esos juegos que jamás olvidas, por más que tu memoria sea como la mía. A continuación presento algunas reflexiones sobre el primero de estos partidos.


Lo de Rafa ya es claro: el tipo es una máquina. Después de jugar más de cinco horas contra el hombre del “Ki”, el español Fernando Verdasco, no mostró señales de agotamiento en el clásico de la década, corriendo cada pelota y obligando siempre a Federer a jugar una o dos bolas más por punto. Y eso, para cualquiera, es mentalmente desgastante (sino pregúntele a Didier cómo se sentía cuando jugaba tenis de mesa con Marcel =P).


Sin embargo, se cae en el error de pensar que lo de Nadal es pura defensa y esteroides (lo he leído en algún foro o en chats de tenis). Si bien su punta de lanza es la capacidad de luchar cada punto, correr hasta el hartazgo (contra Verdasco fueron más de 3 Kms) y devolver tiros increíbles viéndose exigido, nada de esto sería posible sin una mentalidad de acero, la que le permite jugar en los momentos decisivos de forma excepcional y seguir enfocado pese a la adversidad o al cansancio que pudiera sentir tras horas interminables de moverse de un lado a otro de la pista a toda velocidad.


Es natural, al menos para el 90% de las personas, perder la concentración cuando se cansan. El agotamiento físico se traduce en pensamientos como “puta que estoy cansao” o “no doy maaaaaaaaaaaas”. El 10% restante piensa positivo y dice “vamos que falta poco” o “un último esfuerzo” y logran sobreponerse. Nadal no entra en ninguno de los dos. Pareciera que no calzan los porcentajes (Rafa sería parte de un 0%), pero lo que pasa con Rafa es que no nos da la oportunidad de ver a cuál grupo pertenece, porque de plano no se agota. Y no agotarse significa que no pasa por esos cuestionamientos propios de la fatiga. Luego, el tipo sigue pendiente de lo que está haciendo y no de sus extremidades o de su pulso.


El físico es ventaja, que quede claro, pero no lo es todo. La mentalidad de la que hablamos tiene mucho que ver con un espíritu combativo y el odio a ser derrotado. Uno ve a Nalbandián perder contra un taiwanés o cualquier “queso” de turno y no puede hacer más que molestarse (o alegrarse, si Nalby no es uno de tus favoritos), sobre todo cuando se le ha visto derrotando en la misma semana a Djokovic, Federer y Nadal (no en ese orden) jugando a un gran nivel, digno de un número 3 del mundo. Por esto, el hecho de que el español pierda tan pocos encuentros y cueste tanto arrebatarle un punto es señal inequívoca de lo fuerte que es entre las orejas.


Ya hablamos del físico, la mentalidad y el juego defensivo, así que es turno de un aspecto que el oriundo de Manacor ha mejorado notablemente a lo largo de los años: el juego de ataque. Si revisáramos partidos de Rafa desde sus inicios hasta el año 2006, encontraríamos un muchacho al que le costaba montones generar tenis desde la base, con tiros cargados de top pero sin esa pimienta de un Carlos Moyá, por citar un arcillero y coterráneo del único “Matador” (Nadal >> Salas). Además, su revés era más bien pobre y su saque, si bien lleno de un efecto endiablado en los lados impares, no era un elemento destacado dentro de su arsenal.


En la medida que se tienen falencias, se identifican y se busca la forma de corregirlas, se evoluciona; ésta es una verdad universal (dicha por mí =P). Así, más allá de su físico imponente y su mentalidad inquebrantable, Nadal supo trabajar en sus golpes y en distintas facetas del juego, mejorando notablemente su capacidad de hacer daño desde la base, tanto de drive como de revés, además de mejorar su servicio a tal grado que ahora le entregas muchos puntos gratis. Debido a esto, no sólo es difícil vencerlo porque te contesta virtualmente todos los tiros, sino que también porque si te tardas mucho en atacarlo o le dejas una bola a medio trayecto, será capaz de desequilibrar. Adiós punto, chao partido, que pase el siguiente. A modo de concluir el concepto, no se hubiera adjudicado torneos en pista cubierta, cancha dura al aire libre y césped de no haber agregado este aspecto a su juego, por lo que no debe dudarse del progreso ofensivo de este genial jugador.


Basta de Nadal por un rato. Enfoquémonos en Rogelio. Cuando te crían, una de las cosas que te enseñan es que no debes burlarte del dolor ajeno, aunque uno suele olvidarse de eso cuando ve gimnastas golpearse sus partes al intentar saltar un caballete o cuando presencia uno que otro “video loco”. Pero el dolor del alma es otra cosa, y ése se suele respetar un poco más.


Tras una batalla de más de 4 horas, habiendo perdido la posibilidad de alcanzar el récord del enorme Pete Sampras pese a haber jugado un buen partido por espacio de 4 sets, y más encima frente a una montonera de leyendas del tenis autraliano y mundial- liderados por el gran Rod Laver-, el suizo estalló en llanto sin lograr contenerse. “Era humano”, seguramente fue la frase que pasó por más de un espectador; “Maldito gay” también puede haber cruzado los pensamientos de un grupo minoritario e insensible (conozco uno =P). Más allá de estos conceptos, de seguro lo que más se repitió fue lo que manifestaron Luis Alfredo Álvarez, relator de ESPN, y Mirka Vavrinec, novia de Roger. El primero, al presenciar el momento exclamó un “wow”; la muchacha, con la mano en la boca manifestaba su asombro y- evidentemente- su preocupación por el momento.


Para los que no lo saben, el helvético era un rompe-raquetas y puteador como cualquier otro, mostrando señales de su mal carácter y su frustración en cancha con estas reacciones para nada plausibles. Sin embargo, cuando le cayó la teja de que se estaba convirtiendo en una figura reconocida a nivel mundial y, por ende, en un modelo a seguir por muchos chicos y no tan chicos (de edad, deje sus chistes al margen =P), se comprometió a manejar mejor su temperamento: nunca más una raqueta al suelo, nunca una puteada. Por si fuera poco, tener a una tranquila persona a su lado como Mirka le ha ayudado a ser un tipo menos explosivo. Podrán decir lo que sea estéticamente, pero se ha tratado de una influencia positiva.


Este paréntesis de historia intentaba contextualizar al lector: Roger Federer es un competidor de tomo y lomo, y por lo mismo es un tipo que detesta las derrotas. Wn picao, como se dice por acá. Y ésa es la primera lectura que se puede hacer de las lágrimas del suizo. Estás tan cerca de lograr algo histórico, algo que has soñado muchas veces… Te topas con el tipo que te viene impidiendo alcanzar lo único que te falta (Roland Garros) y más encima te acaba de arrebatar lo que era tuyo (Wimbledon y el número 1 del ranking)… Tienes la oportunidad de vengar todo eso y alcanzar el 14to Major, todo junto… Y pierdes… Y pierdes frente a Rod Laver. El colocolino me entenderá, esto es como cuando se jugaba con Cruzeiro siempre… y se perdía casi siempre =(. La bestia negra, la valla insuperable otra vez se metía en el camino de Roger, arruinando su fiesta. Mucha frustración… Lágrimas.


Sin embargo, existe otra lectura. Rogelio sube al podio, es ovacionado; le entregan la bandeja del sub-campeonato (con tantas bandejas que tiene, podría invitar a Rafa a tomarse un tecito y servirle en una de ésas =P), nuevamente es ovacionado; se dirige al micrófono… por tercera vez es ovacionado, y se escuchan gritos puntuales de algunos individuos con perso. Ninguno de ellos fue “Chúpalo Roger” o “Entiérrate wn malo”, mucho menos un “Tillible arrugón, Roger”. Por el contrario, un tipo le dijo que era el número uno o el campeón o algo así, ante lo que Roger no atinó a otra cosa que señalar a Rafa; otra persona le gritó que era grande y la weá, y el presentador de la ceremonia le dijo que iba a conseguir el ansiado Major 14 (creo que fue él). Entonces… acabas de perder un partido clásico, contra tu rival clásico que te tiene de casero, ni siquiera eres el número uno del mundo, pero todo el mundo te ama y te lo demuestran en un momento sensible, te dan su apoyo y te dicen “vamos, no es el fin del mundo, ya eres el más grande y de seguro vas a obtener más títulos importantes”. No ganaste, pero para el público no hay nadie como tú… Lágrimas.


Lo que vino después fue sin dudas increíble. Rafa recibe su copa, le dan los aplausos de rigor, alza el trofeo, se acerca a Roger y le da un abrazo fraternal. Emocionante. Quizás “increíble” no sea el mejor adjetivo: Rafa tiene un respeto y admiración por Federer tales que era imaginable que lo ayudaría en ese momento de debilidad. Ese abrazo echó al suelo el mito de que los grandes rivales no pueden ser amigos. Eso es más real en el boxeo (de hecho, ni eso es cierto), no en el tenis.


Damas y caballeros, háganme caso. Si la final de algún Grand Slam es entre estos dos titanes, véanla o grábenla; estarán presenciando historia. Quizás no se trate de la Independencia de ninguna nación, o la caída de algún muro en una ciudad europea de por ahí, pero cualquier raqueteo entre estos Señores (con mayúscula) del deporte forma parte del legado del tenis. En 30 años más, se hablará de los grandes del tenis, de aquella época perdida cuando se jugaba con raquetas de grafito o fibra de vidrio, en la que hubo dos grandes que se midieron en batallas épicas.

1 comentario:

The Stranger dijo...

Yo apoyaba a Federer... c'est la vie. Aunque por algún motivo no paso a Nadal (me parece sobrado), me gustó tu análisis, aparte por las últimas cosas que he visto (como lo de este encuentro) ha ido cambiado su actitud insufriblemente pedante.

Por cierto, quiero jugar ping pong, ¿quién tiene mesa? XD