miércoles, 27 de junio de 2007

Aprendí lo que quise aprender

Hace tiempo que no publicaba, así que tendré que hacer. Este ensayo lo escribí para el IN31A, pero igual lo comparto con la gente. Espero críticas y mensajes varios. Ojalá haya comentarios positivos tb :P



El aprendizaje, como proceso integral de desarrollo de los individuos, suele ser evaluado en términos de los resultados obtenidos más que por otras variables. La utilización de métodos de medición con enfoque en conocimientos específicos (tales como ejercicios de aplicación de fórmulas o respuestas textuales de libros), si bien entrega información acerca de la capacidad de respuesta de los sujetos ante ciertos problemas en un instante determinado, no involucra las formas en que estos contenidos les hacen sentido, o dicho de otro modo, qué les queda a partir de lo estudiado.

Sin dejar de lado el conocimiento intelectual (el que de aquí en más corresponderá a aquél que es aprendido preferentemente mediante documentos y enseñanzas de terceros, un “conocimiento de la mente”), es imposible desconocer el rol de las experiencias en el proceso de aprender a hacer. Desde eventos como los citados por Nonaka y Takeuchi (ver La Empresa Generadora de Conocimiento, pág. 71, creando una máquina panadera, entre otros) hasta frases populares como “la práctica hace al maestro”, el día a día parece recordar frecuentemente que en el hacer está el saber. Es por ello que, en la búsqueda de nuevos aprendizajes, en lugar de ir al tradicional nicho de conocimiento- la mente- se optará por un camino menos explorado: cómo las cosas hacen sentido en el hacer, cómo no sólo son acumulaciones de conocimiento y se transforman, inevitablemente, en aprendizajes corporales.

En primer término, el aprendizaje vivencial generó un cambio de actitud en cuanto a cómo enfrentar la relación expositor-oyente que caracteriza las clases impartidas en la universidad. Si bien esa forma de esparcir el conocimiento intelectual no ha cambiado, una nueva actitud se tradujo en una interiorización mayor de los contenidos transmitidos.

A partir de frases del profesor Carlos Vignolo, quien dijo que “si uno no levanta la mano, nunca se va a atrever a preguntar en clases y se va a quedar con la duda” y que “uno tiene que hacerse cargo de su propio aprendizaje”, se creó el sentimiento de que era necesario perder la timidez y simplemente hablar en público, aun cuando no todo lo que se fuera a decir resultara “correcto” (en cuanto a algún patrón aplicable en la situación). En este ámbito, el curso de acción fue simplemente “levantar la mano” cuando se quisiera decir algo, ya fueran dudas, opiniones o inquietudes respecto a temas ajenos al curso, lo que se tradujo en una pérdida progresiva de la vergüenza a hablar frente a más personas (incluso sintiendo que se decían “estupideces”) y el surgimiento de nuevas dudas ante las respuestas dadas a las curiosidades iniciales, lo que permitió un mejor aprendizaje. Esta última arista se desarrolló principalmente en el proceso de rediseño del curso, pues los distintos planteamientos- tanto de compañeros como docentes- generaron una retroalimentación tal que se adquirió una concepción mucho más clara de lo que es la Introducción a la Ingeniería Industrial y de lo que pretende. En términos de Vignolo, “innovar es conservar”, por lo que para evolucionar hay que tener claro qué se quiere mantener, ya sea al hacer empresa o crear un ramo de universidad.

Si bien se trata de un proceso no intelectual, es posible medir la evolución de este aprendizaje en cuanto a la variación del comportamiento. Aun sin presencia de números, decir que se ha levantado más veces la mano durante este semestre que en todo el resto de los que se han cursado (que son ocho) es clarificador y no carente de verdad, por lo que es una buena medida del progreso vivido. De hecho, esta actitud no sólo se presenta durante las sesiones de este curso, sino que también en otros tomados simultáneamente, lo que da cuenta de que el crecimiento experimentado va más allá de un salón de clases y de un grupo de personas en particular. Es aprendizaje en cuanto a evolución personal.

Partiendo de la premisa que “no podemos separar nuestra historia de acciones- biológicas y sociales- de cómo nos aparece ese mundo” (El Árbol del Conocimiento, Maturana y Varela), surgió la motivación para liberarse del paradigma metafísico mediante el proceso de construcción del proyecto libre del curso. En él se brinda la posibilidad de interactuar con personas desconocidas que poseen distintos modos de pensar y de hacer las cosas, por lo que la ocasión de que existan choques de ideas y/o intereses podría ser real. Para poder generar un trabajo de calidad, se tornaría necesario (desde la perspectiva de aquel entonces) aceptar las opiniones de todos los actores del grupo, lo que requeriría- y de hecho, requirió- de una disposición a no dar nada por sentado, a no creerse “dueño de la verdad”.

A pesar de que previamente se contaba con capacidad de escuchar al resto, en el pasado fue común buscar métodos de convencimiento para inculcar las ideas deseadas en las demás personas. Fue ésta la actitud que se buscó dejar de lado, pues al trabajar en grupo los aportes de todos son valiosos y pueden darle cursos interesantes a la iniciativa. Como plantean Nonaka y Takeuchi, el conocimiento surge en todos los niveles de la organización.

Sin embargo, donde más se aprecia la capacidad de “escuchar al otro” es en la forma de realizar el proyecto Ven, Acompáñame. En un comienzo, el proyecto estaba dirigido hacia los adultos mayores de hogares de ancianos, pero conversaciones con distintos organismos (Fundación para la superación de la pobreza y SENAMA) llevaron al grupo a redirigir su objetivo, buscando atender a adultos mayores que vivieran solos. Posteriormente, una vez decidido el proyecto se habló con los ancianos para conocer sus inquietudes, en busca de responder a sus intereses a la hora de implementar la iniciativa. Esta flexibilidad y capacidad de escuchar a terceros sin dejar de lado el objetivo mayor- buscar un beneficio social, enfocado en la tercera edad- ayudó mucho para hacer del proyecto uno que se ajustara a quienes serían beneficiados por él.

Además del aprendizaje experimentado como grupo, la internalización (como proceso individual) del valor de escuchar a los otros- más allá de la premisa inicial de Maturana- sirvió para entender que el punto de vista de los involucrados en un proceso resulta muy importante al momento de hacer las cosas. A partir de esto, como miembro del equipo de trabajo se promovió la búsqueda de “lugares comunes” mediante el diálogo y continua revisión del trabajo de los demás elementos del mismo, lo que se realizó frecuentemente en el informe del proyecto libre. Por otra parte, esta misma forma de actuar se aplicó en un grupo de trabajo de otro curso de la universidad, por lo que nuevamente existe una trascendencia al aula de Introducción a la Ingeniería Industrial.

Una de las frases más significativas del último tiempo para quien escribe es “la sociedad hace al individuo”. Esta idea, tratada en el curso mediante las lecturas- y vuelta a recordar a partir de la lectura de El Club de los Metafísicos- da cuenta de que es imposible hablar de sujeto, en cuanto ser único e irrepetible, sin que existan otros que permitan hacer tal distinción. Por otro lado, la identidad de cada persona está fuertemente determinada por el medio en el que nace, pues éste le “hereda” sus paradigmas y tradiciones, generándole una base de comportamiento común dentro de la sociedad en que se haya inmerso.

Tomando en cuenta la frase antes citada, pareciera muy importante “hacerse individuo en la sociedad”, por lo que una interacción fluida con el resto de ella sería útil para desenvolverse mejor en el mundo actual. Ante esto, se consideró que el mejor camino posible era relacionarse con gente que no se conociera, lo que ha sido facilitado por las diversas actividades presentadas a lo largo del semestre.

Sin embargo, tampoco se ha tratado de un proceso tan simple como hablar con todo el mundo, tanto por rasgos propios de la personalidad (timidez) como por diversos niveles de atracción de las personas. Aun así, dentro del periodo académico se han creado nuevos lazos y afianzado otros- principalmente por el interés (mutuo, por lo demás) de las personas- en mucha mayor cantidad que en otros años, lo que refleja un crecimiento en el ámbito social y un cambio de actitud hacia los demás. Cabe destacar, pese a lo anterior, que no basta sólo con un cambio de actitud, pues en la medida que no se venzan ciertas barreras no se llegará a cumplir con el objetivo final, que es crear redes de contactos con buenas relaciones humanas.

Mirando hacia atrás, se aprecia que el mayor aprendizaje obtenido a partir del curso Introducción a la Ingeniería Industrial no fue intelectual, pues de muchos de los contenidos sólo quedaron los títulos (Retail, Marketing, etc.), mientras que lo experimentado perduró a lo largo del tiempo, y con mucha más fuerza lo gestionado personalmente. Esto no busca desmerecer lo enseñado o las dinámicas implementadas, sino dar cuenta de que en este caso el proceso fue utilizando las herramientas que tuvo a la mano para generar el conocimiento tácito. En este sentido, tanto las lecciones “físicas” (interacciones humanas) como intelectuales sirvieron para motivar, producir y pulir los cambios personales que se experimentaron a lo largo de este semestre.

El aprendizaje, como proceso integral de desarrollo de los individuos, suele ser evaluado en términos de los resultados obtenidos más que por otras variables. La utilización de métodos de medición con enfoque en conocimientos específicos (tales como ejercicios de aplicación de fórmulas o respuestas textuales de libros), si bien entrega información acerca de la capacidad de respuesta de los sujetos ante ciertos problemas en un instante determinado, no involucra las formas en que estos contenidos les hacen sentido, o dicho de otro modo, qué les queda a partir de lo estudiado.

Sin dejar de lado el conocimiento intelectual (el que de aquí en más corresponderá a aquél que es aprendido preferentemente mediante documentos y enseñanzas de terceros, un “conocimiento de la mente”), es imposible desconocer el rol de las experiencias en el proceso de aprender a hacer. Desde eventos como los citados por Nonaka y Takeuchi (ver La Empresa Generadora de Conocimiento, pág. 71, creando una máquina panadera, entre otros) hasta frases populares como “la práctica hace al maestro”, el día a día parece recordar frecuentemente que en el hacer está el saber. Es por ello que, en la búsqueda de nuevos aprendizajes, en lugar de ir al tradicional nicho de conocimiento- la mente- se optará por un camino menos explorado: cómo las cosas hacen sentido en el hacer, cómo no sólo son acumulaciones de conocimiento y se transforman, inevitablemente, en aprendizajes corporales.

En primer término, el aprendizaje vivencial generó un cambio de actitud en cuanto a cómo enfrentar la relación expositor-oyente que caracteriza las clases impartidas en la universidad. Si bien esa forma de esparcir el conocimiento intelectual no ha cambiado, una nueva actitud se tradujo en una interiorización mayor de los contenidos transmitidos.

A partir de frases del profesor Carlos Vignolo, quien dijo que “si uno no levanta la mano, nunca se va a atrever a preguntar en clases y se va a quedar con la duda” y que “uno tiene que hacerse cargo de su propio aprendizaje”, se creó el sentimiento de que era necesario perder la timidez y simplemente hablar en público, aun cuando no todo lo que se fuera a decir resultara “correcto” (en cuanto a algún patrón aplicable en la situación). En este ámbito, el curso de acción fue simplemente “levantar la mano” cuando se quisiera decir algo, ya fueran dudas, opiniones o inquietudes respecto a temas ajenos al curso, lo que se tradujo en una pérdida progresiva de la vergüenza a hablar frente a más personas (incluso sintiendo que se decían “estupideces”) y el surgimiento de nuevas dudas ante las respuestas dadas a las curiosidades iniciales, lo que permitió un mejor aprendizaje. Esta última arista se desarrolló principalmente en el proceso de rediseño del curso, pues los distintos planteamientos- tanto de compañeros como docentes- generaron una retroalimentación tal que se adquirió una concepción mucho más clara de lo que es la Introducción a la Ingeniería Industrial y de lo que pretende. En términos de Vignolo, “innovar es conservar”, por lo que para evolucionar hay que tener claro qué se quiere mantener, ya sea al hacer empresa o crear un ramo de universidad.

Si bien se trata de un proceso no intelectual, es posible medir la evolución de este aprendizaje en cuanto a la variación del comportamiento. Aun sin presencia de números, decir que se ha levantado más veces la mano durante este semestre que en todo el resto de los que se han cursado (que son ocho) es clarificador y no carente de verdad, por lo que es una buena medida del progreso vivido. De hecho, esta actitud no sólo se presenta durante las sesiones de este curso, sino que también en otros tomados simultáneamente, lo que da cuenta de que el crecimiento experimentado va más allá de un salón de clases y de un grupo de personas en particular. Es aprendizaje en cuanto a evolución personal.

Partiendo de la premisa que “no podemos separar nuestra historia de acciones- biológicas y sociales- de cómo nos aparece ese mundo” (El Árbol del Conocimiento, Maturana y Varela), surgió la motivación para liberarse del paradigma metafísico mediante el proceso de construcción del proyecto libre del curso. En él se brinda la posibilidad de interactuar con personas desconocidas que poseen distintos modos de pensar y de hacer las cosas, por lo que la ocasión de que existan choques de ideas y/o intereses podría ser real. Para poder generar un trabajo de calidad, se tornaría necesario (desde la perspectiva de aquel entonces) aceptar las opiniones de todos los actores del grupo, lo que requeriría- y de hecho, requirió- de una disposición a no dar nada por sentado, a no creerse “dueño de la verdad”.

A pesar de que previamente se contaba con capacidad de escuchar al resto, en el pasado fue común buscar métodos de convencimiento para inculcar las ideas deseadas en las demás personas. Fue ésta la actitud que se buscó dejar de lado, pues al trabajar en grupo los aportes de todos son valiosos y pueden darle cursos interesantes a la iniciativa. Como plantean Nonaka y Takeuchi, el conocimiento surge en todos los niveles de la organización.

Sin embargo, donde más se aprecia la capacidad de “escuchar al otro” es en la forma de realizar el proyecto Ven, Acompáñame. En un comienzo, el proyecto estaba dirigido hacia los adultos mayores de hogares de ancianos, pero conversaciones con distintos organismos (Fundación para la superación de la pobreza y SENAMA) llevaron al grupo a redirigir su objetivo, buscando atender a adultos mayores que vivieran solos. Posteriormente, una vez decidido el proyecto se habló con los ancianos para conocer sus inquietudes, en busca de responder a sus intereses a la hora de implementar la iniciativa. Esta flexibilidad y capacidad de escuchar a terceros sin dejar de lado el objetivo mayor- buscar un beneficio social, enfocado en la tercera edad- ayudó mucho para hacer del proyecto uno que se ajustara a quienes serían beneficiados por él.

Además del aprendizaje experimentado como grupo, la internalización (como proceso individual) del valor de escuchar a los otros- más allá de la premisa inicial de Maturana- sirvió para entender que el punto de vista de los involucrados en un proceso resulta muy importante al momento de hacer las cosas. A partir de esto, como miembro del equipo de trabajo se promovió la búsqueda de “lugares comunes” mediante el diálogo y continua revisión del trabajo de los demás elementos del mismo, lo que se realizó frecuentemente en el informe del proyecto libre. Por otra parte, esta misma forma de actuar se aplicó en un grupo de trabajo de otro curso de la universidad, por lo que nuevamente existe una trascendencia al aula de Introducción a la Ingeniería Industrial.

Una de las frases más significativas del último tiempo para quien escribe es “la sociedad hace al individuo”. Esta idea, tratada en el curso mediante las lecturas- y vuelta a recordar a partir de la lectura de El Club de los Metafísicos- da cuenta de que es imposible hablar de sujeto, en cuanto ser único e irrepetible, sin que existan otros que permitan hacer tal distinción. Por otro lado, la identidad de cada persona está fuertemente determinada por el medio en el que nace, pues éste le “hereda” sus paradigmas y tradiciones, generándole una base de comportamiento común dentro de la sociedad en que se haya inmerso.

Tomando en cuenta la frase antes citada, pareciera muy importante “hacerse individuo en la sociedad”, por lo que una interacción fluida con el resto de ella sería útil para desenvolverse mejor en el mundo actual. Ante esto, se consideró que el mejor camino posible era relacionarse con gente que no se conociera, lo que ha sido facilitado por las diversas actividades presentadas a lo largo del semestre.

Sin embargo, tampoco se ha tratado de un proceso tan simple como hablar con todo el mundo, tanto por rasgos propios de la personalidad (timidez) como por diversos niveles de atracción de las personas. Aun así, dentro del periodo académico se han creado nuevos lazos y afianzado otros- principalmente por el interés (mutuo, por lo demás) de las personas- en mucha mayor cantidad que en otros años, lo que refleja un crecimiento en el ámbito social y un cambio de actitud hacia los demás. Cabe destacar, pese a lo anterior, que no basta sólo con un cambio de actitud, pues en la medida que no se venzan ciertas barreras no se llegará a cumplir con el objetivo final, que es crear redes de contactos con buenas relaciones humanas.

Mirando hacia atrás, se aprecia que el mayor aprendizaje obtenido a partir del curso Introducción a la Ingeniería Industrial no fue intelectual, pues de muchos de los contenidos sólo quedaron los títulos (Retail, Marketing, etc.), mientras que lo experimentado perduró a lo largo del tiempo, y con mucha más fuerza lo gestionado personalmente. Esto no busca desmerecer lo enseñado o las dinámicas implementadas, sino dar cuenta de que en este caso el proceso fue utilizando las herramientas que tuvo a la mano para generar el conocimiento tácito. En este sentido, tanto las lecciones “físicas” (interacciones humanas) como intelectuales sirvieron para motivar, producir y pulir los cambios personales que se experimentaron a lo largo de este semestre.